Justicia Ambiental

 Este es el único planeta donde podemos vivir 

¡ no hay plan B!

Empecemos definiendo justicia. No es la aplicación de la ley, ni administrar castigos por no hacerlo; como normalmente utilizamos el término. Lamentablemente las leyes siempre son incompletas, limitadas a los estados-nación (jurisdicción), responden a los intereses de los grupos de poder y/o simplemente no se cumplen ni se hacen cumplir.

El Profesor y premio Nobel, Amartya Sen nos señala que la justicia debe ser vista desde la perspectiva del efecto que causa cualquier acción u omisión, es decir desde las injusticias que genera o mantiene.

Un mundo, dividido entre países centrales (desarrollados, industrializados, primer mundo, colonialistas) y países periféricos o semi-periféricos (subdesarrollados, en vías de desarrollo e industrialización, tercermundistas, sur global) demuestra un sistema mundial injusto.

Un Estado con diferencias internas considerables entre ricos y pobres es injusto; es decir, la casi totalidad de los Estados, paradójicamente la mayor parte del autodenominado primer mundo, también entra en esta categoría. 

Un planeta en el cual el 1% de los habitantes consume el 60% de los recursos; posee más riqueza que el 99% restante, genera 10 veces más desperdicio, el cual exporta a otros sitios, para no ser molestado por las consecuencias que trae su presencia; emite más CO2 que la mitad más pobre y más de la mitad de los gases que causan el cambio climático, es claramente injusto. 

Como pasajeros de esta única nave espacial, que nos lleva orbitando a más de 110.000 km/h alrededor del Sol, todos somos (o debemos ser) ciudadanos del planeta. Esto nos debería dar los mismos derechos (y deberes) a todos, es de justicia.  La realidad es otra: el hambre, los desplazamientos, la discriminación racial, la subordinación de las mujeres, el desprecio por las culturas no judeocristianas (euro/anglo céntrica), las diversas fobias (gordofobia, gerontofobia, homofobia, aporofobia, cacofobia, xenofobia, etc.), la continua explotación del sur global, nos muestran que la realidad está plagada de injusticias.

Pero ¿cuáles son esos derechos ambientales? en primer lugar reconocer que los llamados recursos naturales, servicios ambientales, la naturaleza o el medio ambiente son patrimonio de la Humanidad, presente y futura, destinados al bien común; hasta ahora la Organización de las Naciones Unidas, no ha reconocido explicitamente este derecho motivado a que compromete la "soberanía" de los Estados; el segundo derecho ambiental, apenas reconocido en noviembre de 2021 es el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible .

Ello nos lleva entonces a cuestionarnos la propiedad privada de elementos del medio ambiente y preguntarnos sobre cómo gestionarlos y aprovecharlos en beneficio de ese bien común. Los nada sospechosos de izquierdistas, los Papas Wojtyła y Ratzinger, en el Catecismo de la Iglesia Católica, señalan en relación con el mandamiento "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (el 7º) que "prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicarlos. Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres. Con miras al bien común exige el respeto del destino universal de los bienes y del derecho de propiedad privada. La propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a otros".

En Europa hablamos del Estado de Bienestar, otro término muy ambiguo, creado después de la Gran Recesión norteamericana del siglo XX. Se entiende el bienestar como calidad de vida, democracia liberal y capitalismo; pero definir calidad de vida es también una tarea compleja. De cualquier manera que nos aproximemos a su definición, calidad de vida y ambiente sano siempre están íntimamente correlacionados; tristemente y en base a los resultados históricos, ni la democracia liberal ni el capitalismo salen bien parados en cuanto a su relación con el ambiente, a pesar del greenwashing que están intentando; como tampoco salen bien parados otros regímenes políticos o sistemas económicos; por lo que podemos decir que dicho Estado de Bienestar es injusto, en cuanto a los resultados medioambientales . 

El concepto de Seguridad Humana, surgido a raíz del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD de 1984, nos acerca a un concepto de justicia, desde la perspectiva de dicha seguridad. Concebir la seguridad del humano como el alcanzar su libertad, no necesitando, no queriendo o no temiendo. No necesitar, porque su calidad de vida es adecuada; no querer, porque se tiene lo necesario para una vida digna y la libertad de no temer, ante la guerra o cualquier inestabilidad que ponga en riesgo lo anterior.  

En la mayor parte del planeta, los propios Estados, son la mayor amenaza a la seguridad de sus propios nacionales; no solo esto ocurre en países periféricos como preferimos creer. Cuando se asume como paradigma la existencia de enemigos internos a la "seguridad nacional", considerando como tales a cualquier ciudadano o agrupación de ciudadanos que denuncie o actúe ante situaciones (ambientales, sociales, económicas o políticas) injustas, reprimiéndoles física y/o judicialmente, estamos en presencia de otra situación injusta.

Desde el final de la denominada Guerra Fría, la casi totalidad de los conflictos han sido "no internacionales", según la definición del Comité Internacional de la Cruz Roja. Diversos actores tales como Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo ( SIPRI), el Programa de Datos sobre Conflictos de Upsala o el Centro de Estudios de la Paz en Barcelona, la Universidad para la Paz en Costa Rica, han identificado más de 180 conflictos con más de 100 fallecimientos por año. Eso sin contar la  situación generalizada en América Latina de violencia por delincuencia, que supera con creces ese número de fallecimientos, atribuida a la injusticia social y la violación reiterada de derechos humanos, en especial los económicos y sociales.

Cuando los poderes públicos, legislan para defender la seguridad humana, pero incumplen generalmente por omisión el garantizar su efectiva implementación mediante medidas efectivas que eliminen desigualdad, pobreza, educación, vivienda, empleo digno, alimentación segura, fiscalidad progresiva y por supuesto un medio ambiente adecuado, vemos claramente otra situación de injusticia. Estos principios están explícitamente señalados en las Constituciones de los estados liberales. En mi opinión, falta mucho por alcanzar.

Cada vez que los gobiernos del mundo se reúnen en una cumbre, conferencia, reunión de las partes de alguno de los grandes convenios ambientales, vemos con tristeza grandilocuentes declaraciones cantinfléricas y no se avanza realmente, ni con la velocidad necesaria. Lamentablemente, las injusticias ya mencionadas, nos pueden llevar a una situación de  ecofobia, el miedo al fin del planeta por los problemas medioambientales.

La sociedad debe actuar, al margen de sus estados si es necesario, involucrase con las ONG, exigir cambios a sus gobiernos, retomar la calle y demostrar su repudio al continuismo ya que el tiempo se agota; este verano en una muestra de la nueva normalidad climática.

No esperemos más, se nos acaba el planeta.

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